PALMERAS EN LA NIEVE es una magnífica novela, obra de LUZ GABÁS, que recrea el final de la etapa colonial de España en lo que hoy es Guinea Ecuatorial y nos ofrece una historia de reencuentros apasionante hasta el final.
Sin duda, el éxito editorial del año, publicada por Temas de Hoy y a la venta desde hace pocos meses.
La lectura se hace fácil y amena.  La historia de estos hombres valientes  -porque hay que ser valiente para ir hacia un mundo tan distinto al suyo en años en que las comunicaciones eran difíciles-  atrapa al lector y le involucra en el ambiente colonial, el olor y el sonido de Africa.
En algunos pasajes se describen las labores agrícolas necesarias para la obtención de una buena cosecha:
&ldquo&hellip provenía del trabajo diario de cientos de trabajadores que pasaban sus días cortando maleza, regulando la sombra de los árboles nodriza, reemplazando las plantas enfermas, curando los cortes accidentales, injertando diferentes tipos de cacao y cosechando cada quince días cuando los arboles producían sus frutos.&rdquo
Y en otros las labores de recolección y secado:
&ldquo&hellip el ritmo de trabajo no se detenía en ningún momento porque los frutos del cacao _cuyo nombre científico Kilian había aprendido que era teobroma o alimento de los dioses_ crecían y engordaban en los troncos. Cuando adquirían un color rojizo, estaban listos para la cosecha.
 De agosto a enero, a lo largo de semanas idénticas,&hellip.. miles de piñas de cacao pasaron por las manos de unos hombres perfectamente organizados&hellip.los braceros fueron recolectando las bayas maduras y sanas con un pequeño gancho en forma de hoz fijado sobre una vara larga.  Con sumo cuidado y destreza picaban el cacao, haciéndolo caer sin tocar las otras, las piñas elegidas que amontonaban en los cacaotales para que otros hombres las rompieran con sus machetes y extrajeran de su interior los granos con los que iban llenando los sacos que apilaban a lo largo del camino.
&helliplos sacos cuyo contenido se  vertía en unos grandes depósitos de madera, donde fermentaba e iba dejando escurrir un líquido viscoso y denso durante unas setenta y dos horas. Tras la fermentación, otros hombres extendían las almendras sobre las planchas de pizarra de los secaderos, bajo las cuales circulaba una corriente de aire caliente que las calentaba hasta alcanzar los setenta grados.
&hellipel proceso de secado que duraba entre cuarenta y ocho  y setenta horas, durante las que se aseguraban que los trabajadores no dejaban de mover los granos&hellip &ldquo
Es por tanto una novela llena de referencias a esas plantaciones donde el trabajo, a pesar de los años, ha cambiado muy poco. Muy posiblemente, en muchos casos, los cultivadores viven en condiciones peores que en aquellos años.
Hemos querido saber un poco más sobre la autora de Palmeras en la Nieve en lo referente a su &ldquopasión por el chocolate&rdquo. Hija de uno de estos hombres que viajaron a Fernando Poo,  Luz Gabás ha vivido su  infancia y juventud  rodeada de referencias al cacao.
Señora Gabás, ¿Le gusta el chocolate?
La verdad es que mucho, y cuanto más puro, mejor, porque es cuando mejor se aprecia la sutil  frontera que hay, como en la vida, entre lo dulce y lo amargo.
¿Cuáles son sus recuerdos con respecto al chocolate en su infancia?
Mi padre siempre tenía su tableta de chocolate negro y recio a mano. Los días de celebración mi madre nos hacía chocolate caliente con torta de Monzón. Sigue siendo mi merienda favorita, reservada para ocasiones especiales. Aparte del consumo, papá comentaba muchas veces cómo se conseguía el mejor cacao del mundo. Parte de las explicaciones de la novela sobre la cosecha y tueste del cacao nos las contaba él. Por lo visto el secado era fundamental para que los granos no se pusiesen blancos y perdiesen calidad. Sobre todo incidía en el olor a cacao tostado, decía que era imposible olvidarse de él. Ah, y también nos repetía lo delicado que era el árbol de cacao, al que le dedicaban un mimo increíble, cubriéndolo con árboles nodriza para que no tuviera ni demasiado frío ni demasiado calor. Una de las cosas que más le chocó fue que de los cientos de flores que producía el árbol sólo aparecían una veintena de bayas, y directamente del tronco del árbol, algo completamente diferente de los frutales a los que él estaba acostumbrado en su valle.
Seguro que es una pregunta recurrente pero ¿Su familia se dedica al negocio del chocolate en España?
La verdad es que no. Los del Valle de Benasque que fueron a trabajar a las plantaciones de cacao de Fernando Poo, como Sampaka, eran capataces. Cuando regresaron a España se colocaron en diferentes empresas, pero no conozco a ninguno que se dedicase al negocio del chocolate.
¿Aquellos trabajadores coloniales que se expatriaban a Fernando Poo tenían en sus hábitos el consumo de chocolate? ¿Traían alguna costumbre referente al cacao?
Claro que sí y siempre buscaban el mejor. Sólo por el color o el olor ya te avisaban de si iba a ser bueno o no. Cuando yo era pequeña, había menos variedad que ahora y recuerdo que papá iba a un sitio concreto porque era el único lugar donde podía comprar el que le gustaba. Criticaba algunos por ser sucedáneos con exceso de leche o azúcar. Como anécdota, recuerdo que contaban que cuando volvían a España entre campaña y campaña, en su abultado equipaje incluían un saquito de granos de cacao para moler en casa y preparar chocolate cocido.
¿Sabe de alguno que a su vuelta iniciara en España algún negocio  relacionado  cacao?
De los que yo he conocido, no. Eran otros tiempos. Tal vez ahora alguno se hubiera lanzado a poner una franquicia o algo parecido sobre chocolates del mundo.
Los cultivadores de cacao africanos, especialmente los de Nigeria, Ghana o Costa de Marfil y suponemos que en Guinea, trabajan en condiciones de semi-esclavitud en plantaciones que venden a las multinacionales de &ldquogran consumo&rdquo ¿Cree usted que como consumidores podemos hacer algo por mejorar las condiciones de vida de los cultivadores?
Como en todo, cuanta más información haya al respecto, mejor. Si los consumidores ignoramos algo, ¿qué podemos hacer? Más bien tendrían que ser las propias empresas las que publicitasen su producto como pertenecientes a un comercio justo para que el consumidor pudiese elegir. Sinceramente, creo que en esto hay una total ignorancia.
Usted trabaja para el bien común, en concreto para sus convecinos, ocupando un cargo público ¿podemos hacer algo para que nuestros niños vuelvan a merendar pan y chocolate,  a recuperar la costumbre de hacer chocolatadas populares o de merendar u n chocolate caliente?
Afortunadamente, en los tres pueblos de mi municipio, Benasque, Cerler y Anciles, todo evento o acto festivo se celebra con una chocolatada desde hace muchos años. Aquí nos gusta mucho el chocolate. De hecho, el pequeño pueblo de Anciles es famoso por su gusto chocolatero. Sin ir más lejos, cuando conocí a mi marido, una de las cosas divertidas que más me sorprendió de él fue la necesidad de que la despensa estuviese siempre bien provista de chocolate, en tabletas y en polvo. Quienes lo conocen saben que el mejor regalo para él es una cajita de deliciosos bombones. Al final, me ha contagiado. Yo antes no era tan golosa.
Sra. Gabás muchas gracias por dedicar a Club del Chocolate su tiempo que en estos días de promoción será escaso.
Esperamos poder encontrarnos en la presentación de este u otro de sus futuros libros. Ha sido para nosotros un honor y un placer.
Para mí también lo ha sido conversar con ustedes. Cuando paso por delante de una chocolatería y disfruto de los modernos bombones con combinaciones atrevidas de sabores, no me queda ninguna duda de por qué el cacao es considerado, como su nombre científico indica, el alimento de los dioses. Un afectuoso saludo.
Para complementar esta entrevista podeis leer la sinopsis de la novela y ver su video promocional en nuestra noticia Palmeras en la Nieve